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Los trasplantes, un salvavidas de solidaridad, sitúan a Galicia en la cima de la medicina española

6.947 vidas rescatadas

2.400 donantes lo han hecho posible. Los trasplantes, un salvavidas de solidaridad, sitúan a Galicia en la cima de la medicina española

Rosa Domínguez Marta Otero 17 de enero de 2016. Actualizado a las 15:57 h.

Es mucho más que un número. Casi 7.000 personas en Galicia volvieron a vivir con mayúsculas por un gesto de solidaridad que esta semana ha trasladado el epicentro de la medicina a la esquina verde de la península. El Hospital A Coruña (Chuac) ya es el que más trasplantes realiza en España. Desde que un grupo de médicos -entre la ilusión y la valentía- apostase allá por el año 1981 por convertir el quirófano en un taller de recambios vitales, 6.947 gallegos han podido recuperar el aliento.

Detrás están las dos caras de una misma moneda. Los rostros no solo de quienes han recibido el regalo de un órgano, sino también los de sus familias y los de aquellos sin quienes no sería posible el único acto médico que no depende exclusivamente ni de la pericia profesional ni de los recursos sanitarios: los 2.400 donantes que ha dado Galicia y sus padres, hijos y hermanos, capaces de esa generosidad inimaginable de ponerse en la piel del desconocido que espera en vilo justo cuando ya nada volverá a ser igual. En el trágico momento en que la muerte te arrebata a quien más quieres.

A 1 de enero, esa cifra cuasimilagro que es mucho más que un número resume tres décadas en la que la atávica Galicia, en la que el culto a la muerte desconfía de encefalogramas planos, por primera vez ha superado las tasas de donación medias de España, hasta rozar las 40 por millón de habitantes. Una lección de que ni el envejecimiento, ni la dispersión, ni la ruralidad, ni siquiera las meigas pesan más que la solidaridad. «El 2015 ha sido el año de más donantes, 109, y de más trasplantes, 337», subraya Jacinto Sánchez, responsable de la Oficina de Coordinación de Trasplantes de Galicia. Las cifras vuelven a hablar: el aumento de la donación, un 20 %, ha duplicado al registrado en el resto de España, abriendo nuevas oportunidades que se han traducido, otra vez, en más datos: los injertos renales (167) crecieron en el último año un 18 %, un 9 % los hepáticos (94), un 25 % los de corazón (25), los de páncreas (4) un 50 %, y nada menos que un 77 % los de pulmón (47).

La implicación ciudadana no solo ha dado un quiebro al final de la existencia. Galicia es, en contra de la tendencia del resto del país, una comunidad en la que además no paran de subir las donaciones en vida, el penúltimo ingenio médico para trucar la insuficiencia renal y liberar de vivir enganchados a una máquina a los cientos de gallegos en diálisis. Los trasplantes con riñones cedidos en vida han subido un 12 % cuando en el resto del estado descienden y ya suponen el 22 % del total de los practicados en la comunidad, casi el doble que en España.

A Coruña, Santiago y Vigo

«No hemos tocado techo», recalca Sánchez, que alude además a otras fuentes de órganos. «El programa de donantes a corazón parado, que hasta ahora se hace en A Coruña, se va a extender a los hospitales de Santiago y Vigo este mismo año», anuncia.

Las buenas noticias acerca del liderazgo gallego, a pesar de contar con un censo más reducido que el de otras autonomías tradicionalmente más trasplantadoras, son momento para un repaso que saca a la luz las vueltas de tuerca dadas para sortear obstáculos y responder a una demanda creciente que, además, se ha ido enfrentando a una oferta cada vez más escasa. Recuerda el coordinador autonómico que no hace tanto, en los 90, buena parte de los órganos lamentablemente se recogían en el asfalto. Los accidentes de tráfico, el último año, apenas están detrás del 3,7 % de las donaciones.  De ahí la necesidad de recurrir a la coordinación para evitar la pérdida de donantes en las ucis y los servicios de urgencias. La sangría de la carretera, ahora frenada, fue desencadenando un paulatino aumento de la edad media de los donantes, que en pocos años ha pasado de los 40 a los casi 62 años y más. En el 2015, un 10 % de los trasplantes ya se hicieron con órganos de personas fallecidas de más de 80 años.

El cambio de las circunstancias fue también modulando situaciones con las que se encuentran a diario los equipos de trasplante. Las negativas familiares a donar llegaron a superar en la comunidad el 35 %. El último año, bajaron al 22,7 %. «Está claramente en descenso y es importante para Galicia; hay que tener en cuenta nuestra población: cuando los donantes son mayores, los familiares a los que tenemos que preguntarles si su ser querido era donante también lo son», explica Jacinto Sánchez. Sin embargo, «ya empezamos a ver familias que nos comunican ellos mismos que tenía carné de donante».

La normalización de un proceso que, desde fuera del quirófano, todavía tiene algo de ciencia ficción, es la clave, a juicio del responsable de trasplantes, de que Galicia se haya encaramado al pódium de los trasplantes. «Antes se veía como un procedimiento de máxima gravedad, entre la vida y la muerte; hoy en todos los hospitales hay donantes, en las unidades de críticos la donación forma parte ya de los cuidados al final de la vida, todos conocemos a alguien trasplantado, cuando no un familiar, un vecino... se hacen todos los días 5, 6, 7 porque los hospitales tienen suficiente plasticidad como para poder poner en marcha una maquinaria que ya está muy engrasada...; hoy -concluye-se practican otras cirugías mucho más complejas».

«Urxencia 0», la serie que te «robará» el corazón

«Urxencia 0», la serie que te «robará» el corazón

El equipo creador de la serie y los profesionales del equipo de trasplantes trabajaron codo con codo para acercar la realidad a los sectores más reticentes a la donación. «Con que la gente hable de ello, ya habremos triunfado»

Marta Otero 17 de enero de 2016. Actualizado a las 18:02 h.

 

A partir del próximo domingo, el equipo de trasplantes del Hospital Balmís entrará en las casas de miles de gallegos para robarles el corazón, pero solo en sentido figurado. Urxencia Cero, la nueva serie de Voz Audiovisual para la TVG, narra la vida diaria del equipo médico que devuelve la vida a los receptores de la donación de órganos. Son profesionales inspirados en los médicos de Unidad de Trasplantes del Chuac, que esta misma semana ha sido reconocido como el hospital de España que más trasplantes realizó en el 2015.

Tanto Alberto Guntín, director de Desarrollo de Voz Audiovisual y editor de la serie, como Antón Fernández, coordinador de trasplantes del Chuac, reconocen que uno de los objetivos de este proyecto audiovisual es «entender que detrás de los titulares hay personas y que la importancia de las cifras no son los récords sino la cantidad de gente que ahora mismo tiene la oportunidad de tener esperanza de vida y una calidad de vida mucho mejor que la que tenía». Y para que esa esperanza se haga realidad, como apunta Antón Fernández, «las personas que están detrás del trabajo son muy importantes. Algunos puede que salgamos más en los medios, pero tan importante es la persona que limpia el quirófano como el que después da los puntos y cose el órgano, Si el que limpia el quirófano no lo hace bien, el paciente igual se muere infectado». 

¿Y cómo lograron que la realidad de los trasplantes no se quedara pequeña en la ficción? Pues con algo de formación, documentándose... y con una gran dosis de humildad. «Una de las cosas que aprendimos muy rápido -cuenta Alberto- es que por mucha documentación que hiciésemos no somos médicos ni vivimos en un equipo de trasplantes. Ellos nos supervisaron los guiones y eso es un currazo impresionante, porque nos metíamos en unos marrones bastante complicados. Para que las tramas funcionen a veces hay que forzar la realidad, pero siempre tuvimos muy claro que no podemos mentir, y para eso tuvimos detrás a gente como  Antón y el personal de enfermería que coordina los trasplantes, que nos sirvieron de guía».

Historias muy humanas

Historias de la vida real, con trama humana, son el ingrediente principal de esta nueva apuesta televisiva, en la que queda reflejada la gran implicación personal de todo el equipo médico que participa del milagro de los trasplantes. «Nosotros no trasplantamos solo al paciente -explica Antón Fernández- trasplantamos también a su familia. Una persona que está esperando un corazón, un riñón o un hígado tiene una limitación física, laboral y económica muy importante. Hay que intentar curarlo a el porque esa familia necesita también el trasplante. Ellos (los guionistas) lo que hicieron fue venir a acompañarnos y ver lo que hacíamos y se sorprendieron un poco del contenido humano de la relación que se establecía». 

La realidad, esa fuente de inspiración inagotable, dejó apuntes para personajes como una de las enfermeras, inspirada en Lupe, su alter ego en el Chuac. «Lupe es la coordinadora de enfermería hepática y de pulmón -aclara Alberto- nos fijamos en que ella siempre iba con su libretita, donde anotaba todos los datos de contacto de -sus niños-, porque, claro, cuando aparece un órgano, el tiempo en el que tiene que presentarse el paciente en el hospital es casi inmediato. Vimos esa empatía tan especial que tenía hacia sus pacientes y pensamos: '¡eso hay que contarlo!'»

Y lo contaron. También recrearon, y esto no fue fácil, los dilemas morales a los que los médicos se enfrentan en este delicado proceso. «La implicación y el dilema moral intentamos hacerlo muy fiel -añade Guntín-. Ese momento, por ejemplo, de elegir si una persona entra o no en una lista de trasplantes. Decidir eso es difícil. Ellos son médicos, pero también son personas». Y es que, como cuenta el coordinador de Trasplantes, «desde que un paciente entra en lista de espera nosotros pasamos a formar parte de su familia». El problema viene porque solamente el 50 por ciento de los pacientes que se estudian entran en lista de trasplantes. «La otra mitad se queda por el camino, y eso significa que vas a morirte. Es así, no hay alternativa. No hay órganos para todos, es una cuestión de oportunidad, si tuviéramos menos órganos para trasplantar incluiríamos menos gente en lista de espera, porque a los que están tenemos que darles una opción. No podemos crear falsas esperanzas».

Urxencia Cero es la primera serie de médicos gallega. Un gran reto que comenzó con sus pequeños miedos, sobre todo para un equipo médico que no se ve demasiado reflejado en historias como las de Anatomía de Grey. «Esta es una serie en la que yo personalmente, y la gente que trabaja en los trasplantes nos sentimos cómodos -asegura Antón-. Yo creo que las cuestiones que más nos importa transmitir desde el mundo de la donación y del trasplante están ahí. Está ahí la generosidad, la distribución de los órganos, los criterios éticos, el proceso en sí y el hecho de que nadie va a tener menos oportunidades por una cuestión económica o ninguna condición especial. Después... -ríe- ¡ya nos gustaría a los médicos vivir en un hospital donde hubiera tanto ambiente y con unos despachos tan grandes!. Y en el tema de las relaciones humanas, en un sitio donde trabaja tanta gente existen, tanto las buenas como las malas. Hay conflictos, envidias, amores y desamores. ¡Seguro! Pero yo me siento cómodo.  A mi me gusta mucho la serie». 

Un mensaje positivo

Pero lo que de verdad animó a los médicos a colaborar en el proyecto fue la posibilidad de que el mensaje a favor de la donación llegase hasta el último rincón de Galicia. «Cuando Alberto nos planteó la serie yo le di vueltas. Era un reto y un riesgo, y uno siempre tiene el miedo de trivializar -confiesa Fernández-, pero después pensé lo que nos podía ayudar en la transmisión del mensaje a favor de la donación. En Galicia tenemos dificultad para llegar a ciertas zonas, más rurales, las áreas de la población de más edad, que son los sitios donde más negativas tenemos a la donación. En la ciudad de A Coruña, por ejemplo, el porcentaje de negativas puede ser del 5% como mucho, pero en A Costa da Morte el porcentaje alcanza el 50 % o más. Nosotros sabíamos que este tipo de series las ve un segmento de la población en Galicia que a nosotros nos interesaba mucho que la viera y ese era un mensaje que podíamos mandar. Y por eso estamos encantados».

Que se hable en casa, ese es el objetivo. Alberto Guntín recuerda que «una de las cosas divertidas que había en plató cuando se planteaban los conflictos, las necesidades de las donaciones, era que veías a la gente del equipo en el garaje fumando y hablando de esto. Si conseguimos que la gente simplemente hable del tema en sus casas un domingo a la hora de comer, que se posicione y se plantee esto sin tabúes extraños yo creo que sería un éxito».

Porque esa es la principal dificultad con las donaciones. Que mucha gente está a favor pero nunca lo dice claramente. «Lo que hay que hacer es tomar la decisión y compartirla -recuerda el coordinador del servicio-. Nosotros ya sabemos que el 90 por ciento de la población está a favor, es muy extraño que no quieras hacerlo. Pero nuestro gran problema surge cuando tú lo has decidido pero no has dicho nada. Si tú simplemente lo has dejado dicho, es todo mucho más fácil». 

En plena cuenta atrás para el estreno, tanto Alberto como Antón tienen grandes esperanzas puestas en este proyecto, que tuvo sus pequeños escollos. «Lo más complicado -explica el primero- fue, en la escritura del guion, no mandar mensajes erróneos, de esos que si le llegan a la gente luego ellos van al hospital y dicen: '¡oye que yo he visto en la serie esto!'. Pero en ese aspecto tuvimos mucha ayuda».  Y, en la parte técnica, los quirófanos cedidos por el Centro Tecnológico hicieron que todo sea mucho más real. «Yo tenía mis dudas porque ves las series de médicos y a veces da un poco imagen de cartón piedra, sobre todo las partes técnicas. Pero me he quedado perplejo con la calidad, creo que yo no la he visto igual en ningún otro sitio».

 Tampoco veremos mucha sangre. «La casquería no aportaba nada». Pero si historias que muchos han vivido más o menos de cerca y otros, por desgracia, vivirán en el futuro. Historias que, como la realidad, no siempre pueden tener final feliz, porque «no hay órganos para todos». Pero si un increíble equipo humano que deja la piel para devolver vida a sus pacientes. De la realidad a la ficción.

Mil hígados para mil vidas

Mil hígados para mil vidas

El hospital coruñés ha marcado un hito al alcanzar este año el millar de trasplantes hepáticos. La intervención suele realizarse cuando el pronóstico de la enfermedad es peor que la supervivencia prevista.

Marta Pérez, M. O. 13 de diciembre de 2015. Actualizado a las 09:53 h.

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«Somos el país donde más donantes hay y, aún así, no cubrimos todas las necesidades. En Galicia estamos al nivel de la media española». Son las palabras del director del programa de trasplante hepático del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (CHUAC), Manolo Gómez. El hospital coruñés ha realizado recientemente el trasplante hepático número mil a M.P, un gallego que ahora presume de tener hígado nuevo.

El donante que le ofertaron a M.P era de Asturias. El día de la intervención el tiempo no les acompañó y tuvieron que transportar el órgano en coche, aunque en muchos casos se recurre al avión. «Una vez que se ha extraído el hígado del donante puede aguantar hasta nueve horas, pero cuanto menos tiempo se tarde en realizar la intervención, mejor», añade Manolo Gómez que señala que, a pesar de las circunstancias, el proceso «se coordinó muy bien».

A la hora de hacer un trasplante es necesario que el receptor cumpla varios requisitos, entre ellos, la compatibilidad en el grupo sanguíneo. En el caso de M.P, no hubo que realizar una transfusión de sangre porque el proceso fue bien. Los expertos recuerdan que no todos los casos que lo requieren pueden ser intervenidos. Los pacientes deben ser capaces de tolerar la operación. El límite de edad es de 70 años, una edad muy avanzada para una intervención tan agresiva.

«El trasplante hepático suele realizarse cuando el pronóstico es peor que la supervivencia que le ofertamos por el órgano», comenta Gómez. En algunos casos de enfermedades como cánceres localizados en el hígado y con características especiales se puede realizar esta operación, aunque la patología más frecuente por la que se realizan los trasplantes es la hepatitis, especialmente, la de tipo C que, a largo plazo, produce cirrosis.

«Hasta ahora éramos muy restrictivos con la hepatitis porque sabíamos que, debido al virus, los enfermos iban a desarrollar una hepatitis nueva en el organismo» con el tiempo, explica Gómez, que incide en que los pacientes tenían que ser lo «suficientemente fuertes para soportar la nueva hepatitis que iban a padecer».

Visto así, parece no tener mucho sentido el trasplante. Entonces, ¿por qué hacerlo? «Porque aún así viven más».

Sin embargo, con los nuevos medicamentos que se han aplicado este año los facultativos ya son capaces de curar la hepatitis C y, teóricamente, los pacientes afectados ya no tendrán ese problema. Es cierto que en la actualidad estos fármacos también funcionan sin necesidad de hacer el trasplante, pero hay un sector de la población que «lleva muchos años con la enfermedad y. aunque se libren del virus, no se va a curar la cirrosis por eso es recomendable realizar el trasplante», dice Gómez, que aporta unos datos sorprendentes: «Cuando haces la serología viral a los donantes que son teóricamente sanos, puedes observar que el 3% tiene el virus sin saberlo».

El proceso

Una vez que el paciente ha pasado por el quirófano, le dan la bienvenida en la sala de reanimación. Aquí suelen estar, de media, unos tres o cuatro días a la espera de que el proceso evolucione favorablemente. «En las primeras 24 horas vamos a saber si el hígado funciona o no», explica la Dra. Alejandra Otero de Digestivo, que señala que, en los casos en los que no hay compatibilidad con el órgano, se solicita uno nuevo «que viene con prioridad porque los hígados que fallan tienen urgencia nacional. También es cierto que estos casos son muy contados».

El servicio de Digestivo consta de una unidad del trasplante a la que llegan todos los pacientes que han pasado por quirófano. Una vez que llegan a la planta, los enfermos suelen estar ingresados unos 14 o 15 días de media, aunque ha habido algún caso al que se ha podido dar el alta pasados unos diez días desde la intervención.

Los expertos aseguran que el trasplante de hígado no es una intervención a la que haya que tenerle miedo. Es muy agresiva, sí, pero el trasplante de hígado también «es muy agradecido». Y la mayoría de los operados puede retomar su vida con normalidad. La única restricción que se les impone a los pacientes trasplantados es que no pueden beber alcohol. ¿Ni siquiera una caña fresquita en una terraza en verano? Cerveza sí pero sin alcohol. Por lo que se refiere al resto de la dieta, no hay restricciones. Pueden tomar paté, cigalas, jamón... Ninguno de estos manjares les afecta.

«No hay limitaciones salvo que tengan diabetes o que sean hipertensos. Por el hígado no hay prohibiciones con la comida», añade la doctora Otero, que destaca la buena calidad de vida de los pacientes trasplantados: «Pueden volver a trabajar, si quieren, y hacer una vida completamente normal».

En Galicia, solo los hospitales de A Coruña y Santiago de Compostela realizan este tipo de intervención. «Santiago ya debe de estar también cerca de los 1.000 trasplantes», añade Otero, que incide que la inversión que supone la operación debe de compensar en cuánto al número de pacientes: «Por comunidades esto está estudiado, y hay un número determinado de centros que lo realizan».

Galicia es la comunidad donde más trasplantes de este tipo se llevan a cabo en relación a población y España es la que más trasplantes hace del mundo. «La relación está más que clara», añade el doctor Gómez que recuerda que, junto a la comunidad gallega, Murcia también está a la vanguardia.

¿Y qué supone el trasplante número 1.000 para el equipo del Chuac? ¿Es solo un número más? «Es un orgullo y una alegría, porque somos el primer equipo que empezó y eso es una clara señal de madurez. Lo que es obvio es que si se pueden realizar mil trasplantes hepáticos con buenos resultados es porque la calidad del hospital de A Coruña es indiscutiblemente muy buena y, en ese aspecto, no podemos estar más contentos», concluye el doctor Gómez.

De esto sí podemos presumir como galegos.